sábado, 8 de enero de 2011

Cuento más novela.

Asumamos por un momento una teoría que leí por estos días en uno de los ensayos dentro del libro El Concepto de Ficción de Juan José Saer: que una de las tradiciones de la literatura argentina es que hay una serie de obras que no entran en ningún género preciso. Desde el Martín Fierro hasta el diario de Gombrowicz. En ese mismo compendio de ensayos también habla del porqué Borges no escribió ninguna novela, explicando la teoría que el genero “novela” no existe más (La novela sería un momento histórico que empieza con El Quijote y termina con Bouvard y Pécuchet).

Dentro de la línea de “obras sin género” podemos intentar hacer entrar a Historias Argentinas de Rodrigo Fresán. Y le entramos por este lugar sencillo ya que la primera pregunta que me planteé cuando leía el libro era: ¿Estos son cuentos o es una novela? Al parecer esta es una pregunta que le hicieron muchos lectores al mismo autor:


Lo que sigo sin responder a quienes, preocupados, me preguntan una y otra vez –jamás entendí esa preocupación- si Historia Argentina es:

A) un libro de cuentos,

B) una novela.

Todo parece indicar –lo mismo es aplicable a todos los libros que luego salieron y seguirán saliendo de este libro- que la opción correcta es c).

Pág. 264.


A esto podemos aplicar las dos cuestiones. En un devenir de progreso y totalidad de la obra es una novela –si es que todavía pensamos que el género existe- pero sus partes tienen una existencia única en cada una que pueden ser aplicados como cuentos. Es algo interesante para el lector, supongo, porque hay una cierta necesidad de catalogar, mentalmente (Quizá sea un concepto capitalista implícito en los lectores), las lecturas en algún lugar. Libros de cuentos, novelas, ensayos, etc.

Pero también hay que admitir que esto, y esta dicotomia, no es un invento de Fresán. Por ejemplo C.S. Forester aplicó este método en el libro El Guardiamarina Hornblower, donde en su conjunto forma una novela –este libro por supuesto no tiene las búsquedas estéticas ni de experimentación de “vanguardia” que tiene el libro de Fresán- pero los capítulos se pueden leer de forma individual donde tienen un inicio, nudo y final muy establecidos; formando perfectos cuentos, entes individuales del todo. Supongo que habrá más ejemplos de esta duda entre cuento-novela, pero yo no conozco demasiados.

El libro de Fresán tiene esta estructura. La lectura continuada de los diferentes capítulos termina de explicar ciertos puntos que quedan en el aire en ciertas partes del libro. En esto, tiene el mismo sistema que en Ulises de James Joyce, en el asunto de la papa (En uno de los primeros capítulos Bloom se revisa los bolsillos y en su raconto de las cosas que tiene allí, hay una papa –patata, en algunas ediciones-, esto generó todo un problema en algunos traductores, porque el asunto de la papa tiene una lógica para Bloom que no es necesario explicarla en ese momento y, para un lector atento, ese misterio se devela más adelante cuando Bloom cuenta la historia de la papa y todo lo que tiene que ver eso con la madre). Por ejemplo en un cuento –uso esta expresión porque los tomo por unidades estéticas con coherencia interna-, llamado “La Soberanía Nacional” donde un personaje dice:


Para cuando descubran a esos dos hijos de puta, yo ya voy a ser famoso.

Pág. 130.


La narración de esa parte del cuento –que son tres monólogos interiores- empieza con esa frase. Nosotros, a esa altura, no sabemos quienes son los dos hijos de puta ni porque los van a descubrir. El narrador sabe más que el lector, y no siente la necesidad de explicarse porque él se entiende. Y el lector se entera muchísimo más tarde en otro cuento del porqué van a descubrir a esos dos hijos de puta.

Entonces esto hace que para entender todo –si eso es posible con cualquier narración- hay que leer todos los cuentos del libro. Los cuentos se entrecruzan y van formando un universo personal muy interesante.

La historia argentina que se narra puede ser una que va desde fines de los sesenta hasta mediados de los ochenta. Aunque el libro empieza con un par de gauchos cabalgando por la pampa –y luego eso se puede leer como una ficción dentro de una ficción, porque el libro juega muchísimo con este método de muñecas rusas, como lo había calificado en Cartas a un joven novelista Mario Vargas Llosa-. Podemos tomar esos dos personajes como una mistificación del personaje fundacional de la literatura argentina. Este rol lo cumple el gaucho, con toda la crítica que se le ha dado al habla literaria del gaucho y la forma en que los trataros escritores tan disímiles como Hernández y Sarmiento, que la narración empiece con un par de gauchos dice: Soy argentino, acá me paro, esta es mi tradición (La que voy a intentar romper despacito).

Las historias, que tienen una cierta cantidad de personajes que se repiten y se nutren de otros cuentos, están sobre hechos históricos como la guerra de Malvinas, el mundial del 78, el proceso, desapariciones, la vuelta de la democracia, la liberación democrática. Estos serían los momentos históricos, y los personajes los surcan.

La historia está por detrás, juega y se hace presente pero la coherencia los dan los personajes que la atraviesan. Son ciclos que se pisan, también. La historia del libro, no así como el tiempo, no va siempre para adelante. Va para atrás, vuelve y revuelve los temas históricos -las historias de los personajes, como por ejemplo Alejo.

Pero al final, la historia argentina es la historia de esos personajes, la gente que hace que la historia se mueva y esté ahí. Y eso es un acierto porque los cuentos –sigo sin pensar que lo sean verdaderamente, pero es cómodo de usar el término- resuenen unos en otros, como así resuena la historia en diferentes momentos de la vida de uno.

También resuena Piglia varias veces (“Hay que pensar en sí mismo y pensar en tercera persona”, Respiración Artificial), quizá sea una directa influencia –ya que esa novela de Piglia, también es difícil de llegar a poner en un genero, novela, ensayo, cuento- y sería como la gran novela previa a Historia Argentina.

Llegado el caso de cuento-novela, es una narración que tiene formas claras y se lee muy rápido. Las partes son interesantes y dan forma a un conjunto claro y consiso. No importa si es novela o son cuentos. De hecho, es una narración. Empecé diciendo que la tradición de la literatura argentina es una que no entra en ningún género (Martín Fierro, Facundo, Rayuela, etc.) y alguna vez, Fresán dijo «la tradición argentina es una extradición», y yo digo que su obra puede entrar en la tradición literaria argentina de libros que son difíciles de clasificar, y por eso generan el quiebre en las formas literarias. Por eso termino citando esta parte:


Nada hay más aterrador para un historiador que descubrir el espanto de que todo puede ser contado de varias maneras sin por eso perder su esencia real.

Pág. 117.


Historia Argentina, Rodrigo Fresán, Editorial Anagrama.

1 comentario:

Genaro Grasso dijo...

Unas cositas:
1) De Fresán pienso que es un autor que promete mucho, pero nunca llega al siguiente paso, al de la grandeza. Tiene todas las cualidades para ser un Nabokov pero cae en lugares comunes. Por ejemplo en el fondo del cielo: la transformación literaria de la Ciencia Ficción es muy osado, porque no llega a gustar a los scifi freaks ni a los "críticos". Eso está muy bien. Pero los lugares dentro del libro se esparcen por todos lados.

2) Novelas largas: Umbral, de Juan Emar de 5000, Las historias de las Vivians de 15000, de Henry Darger, ambas inhallables. En busca... de Proust. Los miserables, de Victor Hugo.

3) Debo entender, por casualidad, que estás leyendo Petersburgo de Bely, esa novela que Nabokov ponía tercera entre las mejores del siglo? Existe acá, se vende?