lunes, 22 de diciembre de 2008

Tirame un centro.

Hace un tiempo largo que no digo cosas que no dije yo pero que valdría la pena destacar.
Será que todo se me torna demasiado academicista, y lo poco teórico que escribo chorrea discursos monográficos.

Sin embargo, luego de una experiencia en un encuentro de estudiantes de letras al que concurrí hace poco, me quedó dando vueltas una idea acerca de la literatura cuando se mezcla con conocimientos populares. En este caso, la exposición, sin dudas una de las más divertidas del viaje, era acerca de los cuentos de fútbol de Fontanarrosa. Por momentos, la cuestión que salía al vuelo y que rondaba la sala era, justamente, por qué los cuentos populares, a pesar de estar escritos con la magnitud de los cuentos de Fontanarrosa (tramas descriptivas exquisitas, vueltas de tuerca, narradores varios, extensión casi perfecta) no son tomados "seriamente" por la (uff, me pesa hasta escribirlo) Academia (y no, no hablo de Racing Club).

Si bien el trabajo trataba sobre los cuentos del Negro, también se hizo alusión a los de Soriano y los de Sasturain. Sasturain es hoy en día lo que Pigna a la historia y lo que Bucay al psicoanálisis, pero no podemos criticarlo por ocupar el lugar de mediador que ninguno de nosotros está dispuesto a rellenar. Desde su lugar de "comunicador popular", diciendo aberraciones como "broli" en lugar de libro, logra combinar de manera más o menos astuta la literatura alta con la popular. 

No leí sus cuentos de fútbol. Según Guillermo, el chico que expuso lo de Fontanarrosa, valen la pena. Sí voy a dejar copiado un texto que salió en P/12 hace un tiempo, cuando Messi tuvo la gracia de copiar el gol de Maradona, casi al dedillo.

Antes de eso, quisiera pedirte, G., ya que yo no puedo decir qué fue lo que dijo él, si podés contar algo sobre los cuentos de fútbol de tu querido Gordo Soriano. Si querés agregarlo al cuerpo del post, bienvenido seas.


------------------------------------------------------------------------

Lionel Messi, autor del Quijote

Por Juan Sasturain

Cuando Jorge Luis Borges en 1944 publicó Ficciones, acaso el mejor libro de cuentos de la lengua castellana, incluyó un texto barroco, irónico y sin duda extraordinario que le había dedicado a Silvina Ocampo cinco años antes: Pierre Menard, autor del Quijote. Pocos relatos borgeanos han sido objeto de exégesis más finas y ninguno plantea con mayor sutileza una cuestión tan insólita como deslumbrante. El narrador, que es un pedantísimo confidente epistolar del desaparecido Menard –simbolista tardío, amigo de Valéry, autor de una obra breve y fragmentaria y de un intento desmesurado–, hace el relato y la detallada descripción de la inconcebible empresa que se llevó los máximos esfuerzos y los parciales logros del malogrado poeta de Nimes: escribir El Quijote.

Porque el propósito del oscuro francés Pierre Menard no era traducir ni copiar ni transcribir ni memorizar la obra clásica española; es decir, no quería escribir otro Quijote –“lo que sería fácil”, dice Borges por boca del narrador–, sino escribir el Quijote, el mismo texto: “Producir unas páginas que coincidieran –palabra por palabra y línea por línea– con las de Miguel de Cervantes”. Un propósito “meramente asombroso” en sus propias palabras, para cuyo cumplimiento se impuso en principio un método que, dentro de lo imposible, era relativamente sencillo: ser Cervantes.

Para eso –y ahí deslumbra Borges en la enumeración–, Menard llegó a conocer relativamente bien el español del siglo XVII, recuperó la fe católica, guerreó de memoria contra turcos y moros y consiguió olvidar la historia europea entre 1602 y 1912, entre otras hazañas. Sin embargo, ese camino le pareció excesivamente fácil y lo desechó. Así eligió finalmente la tarea más ardua y la única verdadera: llegar a escribir El Quijote sin tratar de ser en el siglo XX un novelista del XVII, siendo apenas lo –y el– que era, el oscuro Pierre Menard. “Mi empresa no es difícil esencialmente –le confiesa al narrador en una de sus cartas con lógica perturbadora–, me bastaría ser inmortal para llevarla a cabo.”

De toda esa prodigiosa tarea sólo quedan testimonios parciales, ejemplos de lo que pudo haber sido: los capítulos noveno y trigésimo octavo de la primera parte y un fragmento del veintidós. Y eso es todo.

Hasta ahí, Menard. Hasta –o desde– ahí, la soberbia especulación borgeana sobre la propiedad de las ideas y los relatos, la temporalidad reversible, el equívoco sentido que se ilumina hacia atrás y hacia adelante. “Menard (acaso sin quererlo) ha enriquecido mediante una técnica nueva el arte detenido y rudimentario de la lectura: la técnica del anacronismo deliberado y de las atribuciones erróneas”, concluye la indudable voz de Borges con pavorosa ironía.

Recurrir a estos esplendores de la ficción y la inteligencia para referirse a un avatar futbolero puede parecer excesivo o al menos descaminado. Creo poder demostrar que no lo es.

Cuando –ya famosamente– el joven Lionel Messi realizó en el Camp Nou del Barcelona FC, durante el crepúsculo boreal del miércoles 18 de abril, para disfrute y consumo urbi et orbe, la maniobra prolongada en tiempo y espacio que culminó en el segundo gol de su equipo contra el Getafe, hubo consenso unánime e inmediato de que se trataba de un hecho prodigioso y, paradójicamente, comparable: el pibe había hecho un gol igual al de Maradona contra los ingleses en el Mundial ’86.

En estos tiempos de fútbol mecanizado y jugadas preconcebidas con ejecutores obedientes, no es demasiado raro que se vean goles iguales a otros –hay infinidad de casos en que se repiten calcados circunstancias y desempeños–; lo extraordinario del caso es que, precisamente, lo que se veía mágicamente repetido era lo –por definición– irrepetible, lo excepcional: el mejor gol de la historia. El de Messi no era ni mejor ni peor: era, de un modo inquietante, igual. No hizo otro gol parecido ni lo copió ni lo imitó ni lo tradujo: simple, increíblemente, lo hizo otra vez.

Digo que, como Pierre Menard quiso y pudo parcialmente escribir El Quijote, Messi intentó y pudo hacer el gol de Diego. Incluso se puede llegar a suponer o –me atrevo a decirlo– a reconstruir un propósito similar en el precoz, homólogo petiso. Es innegable que, como Pierre Menard, Messi –o el espíritu consciente o no que a través de él se manifiesta– alguna vez concibió la idea de hacer el mismo gol del Diego. Y es evidente que eligió como primera opción, al igual que Pierre Menard, el camino de –en la medida de lo posible– ser Maradona para después hacerlo “desde el Diego”. Por eso es (se hizo) argentino, por eso se mueve allí donde se mueve, por eso ha ido a jugar a Europa en el Barcelona, por eso ha sido campeón mundial juvenil, por eso ha tenido un primer Mundial frustrante.

Lo extraordinario es que en algún momento, y también como Pierre Menard, Messi decidió el camino más difícil, y decidió hacer el gol del Diego sin (esperar) ser Diego: aceleró (literalmente) el trámite, se apuró, no llegó ni a cumplir los años ni a jugar el segundo Mundial ni a enfrentar a Inglaterra y, en una noche cualquiera, hizo el gol del Diego con la certeza y sabiduría desinteresada con que da en el blanco un arquero zen.

(Extraido de http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/index-2007-04-24.html)

------------------------------------------------------------------------

¿Opiniones al respecto? ¿A favor o en contra de la multimodalidad literaria?
Esto no lo dije yo, pero lo pensé alguna que otra vez.

12 comentarios:

g. dijo...

Lo bueno del termino academia aplicado a Fontanarrosa es que también es el apodo de Rosario Central, Laura.

Hay un gran cuento de Futbol de Soriano el único que recuerdo ahora, donde cuenta que estaba con el detestable San Filipo (O como carajos se escriba) en el Carrefour donde estaba la cancha de San Lorenzo. Que iba por las filas diciendo acá yo le metí un gol a tal, y además hacía los gestos técnicos de eso.
Al final le termino metiendo un gol a la cajera.

La cosa es esta: ¿Cómo se toman los cuentos de Galeano sobre futbol los uruguayos?

Supongo que tiene que ver con el tema. El futbol es popular, es grasa... pero es hermoso. Eso a la Academia le debe fastidiar.
Pero si el cuento de futbol es genial y está bien escrito... Es literatura, muchachos.

Qué sé yo.

g. dijo...

Ah... Me olvide de algo... ¿Otra vez con ese cuento?
La discusión que generó en tu blog hace tanto tiempo...

A mí me sigue pareciendo una nota pseudo-periodistica... Messi hizo el gol al Getafe de una y Diego lo hizo dos veces.

Etiquetando, que por más que nos pese va la etiqueta: Sasturain.

l dijo...

Perdón.
Ya está etiquetado.

Y sí, en su momento me pareció que ese cuento no tuvo la discusion que se merecía.
Acá, tal vez, reviva un poco y podamos llegar a otra conclusión.

Sigo sin saber si debo querer o no a Sasturain.
Pobre.

Eclipse dijo...

me gustó la comparación del hecho futbolero con el cuento de borges, más allá de que se pueda opinar o no igual, no sé, yo soy de inventarme mis máximas fantasiosas que rijan algún pequeño universo y sean caprichosamente ciertas, me parece válido.
no he leido los cuentos futboleros de galeano, la verdad. uno: no soy futbolera para nada (y lo único que me emociona del fútbol es, mágicamente, una canción de tabaré cardozo: el tipo de la radio) dos: galeano es... ahí ahí, un poco sobrevalorado. a orientales como yo nos molesta que la literatura uruguaya sea reconocida por benedetti y galeano. pfff, hasta vergüencita me da. más vergüencita me da sumarle a eso que nuestros hermanos de esa otra orilla se veneran con borges y cortázar, a los que estos no les pisan los talones y quizás otros uruguayos de menor renombre y popularidad sí (bueno, no sé si tanto)
en fin. una opinión uruguaya, auqnue MUY imparcial.

Lucina dijo...

Con respecto a Sasturain, lo conocí a través del programa de tv sobre literatura, mezclando en un tono de comedia autores reconocidos, una versión interesante.
Y creo que la literatura cuando se mezcla con conocimientos populares, da lugar a escritos exquisitos, por supuesto dependiendo del autor.
Saludos

l dijo...

Interesante tener una opinión sobre Galeano hecha por una uruguaya, siempre tuve esa sensación - a pesar de que a mí sí me gusta y lo he leído miucho - de que está medio sobrevalorado... Interesante comprobarlo.

Y justamente, fue con el programa de televisión que Sasturain empezó a perder mi respeto... pero hay que darle alguiiiiiiito de crédito.

g. dijo...

Intentaré ponderar a Sasturain (Sasturian... Sasturan... Witesguein... Ud. entenderá).

Para mí es un gran lector. Me consta que leyó mucho, no por la tele, sí por una sección que tenía en un programa de radio que yo escuchaba. Me sincero y digo que "Bajo el volcán" lo he leído por él. Supuestamente es un buen escritor, más que nada policial, tengo entendido. No sé, no creo que lo lea en el futuro, por lo menos en el cercano.
Podría igual dejar de intentar actuar y dedicarse a hablar nomás. Y que hable tan afectuosamente con todos me genera un cierto resquemor.

El programa, es medio basura y no creo que "sirva". Pero bueno, si alguien lee por él, bienvenido sea. Admito que miré el programa y que, Laura, es aburrido sin vos a un costado. Muy. No es divertido sin alguien que quejarse, pero esto ya entra dentro de las "confesiones".

Bueno, te iba a mandar un mail para navidad, si no lo lees antes sabe que yo sí pensaré en vos y que te deseo siempre lo mismo, que me va a resultar (Me resulta) muy raro todas esas fiestas sin vos, sin verte y sin saber de vos. El mail lo mandaré igual, vos sabes que yo te quiero y todo eso.
Suerte, eh.

Eclipse dijo...

corrijo posible malentendido: no es que no me guste galeano, he leído varias cosas y me gustan, es más, muchas me conmueven, y eso es bastante, pero sostengo que hay muchos otros olvidados y que los primeros que se le vienen a la cabeza a un extranjero sean ellos... no sé, me parece que es sobrevalorarlos y no ver otras cosas interesantes.
pero es el eterno problema del uruguayo, tema que no da para un simple comentario sino, quizás, para un ensayo.
en fin, saludos a los dos.

g. dijo...

Vuelvo sobre mis pasos y aclaro que lo que mencioné como "cuento" de Soriano, es "crónica".

Ahora, hoy pensando en por qué no se toma en serio este tipo de literatura, a este tipo de autores (Como Fontanarrosa... Yo creo que él va más allá de esto, creo que también es porque es dibujante, porque era gracioso y porque era otro palo, supongo...) es porque la gente que lo lee y la gente que lo recomienda es gente que sólo lee eso.
Es como estar mirando "Estudio Futbol" o algún programa similar de TV, y cuando se habla de alguien que escribe se habla de Fontanarrosa, Galeano, estos. Y da la impresión que esta gente sólo leyó eso.
Pero bueno, Galeano es otra cosa también.
Es más que nada el genero. Hay gente que sólo lee libros de futbol y se piensa que Fontanarrosa es sólo libros de futbol.
Ahora que lo expongo, mi teoría no tiene ni pies ni cabeza. O si los tiene tiene mucho más que dos y la hace rara.
Por ejemplo, a Soriano no se lo consideraba un "buen" escritor porque era "popular". Porque sus libros vendían en manera de Best Seller (Por supuesto, mercado nacional).

Sí; pre-navidad y este texto parece embriagado de olor etílico (Y sí, las palabras están elegidas a la perfección... Palabras tan elegidas como estas: Son todos putos, puto).

Cloe dijo...

Se puede escribir sobre temas populares (como el fútbol)y aún así escribir muy bien. Es decir convertir una hecho pequeño en una gran historia. Creo que Soriano lograba eso.

Besos

Gabriel dijo...

Muy interesantes los textos y los debates que se disparan a partir de ellos.
Pasé un agradable momento leyéndolos.
Saludos y buen año,

Gabriel

g. dijo...

Cerrado el 2008 en este blog, se verá qué cosas NO serán dichas sobre cosas que Sí fueran dichas por otras personas.

Cerrado el 2008, saludos 2009.

(Esto quiere decir que quiero un numero par acá y que si tienen algo para decir, que lo digan, pero yo llevaré el número de comentarios hasta una cifra que a mi me guste... Dicho esto estoy)